EL RELATO DE LAS LÁGRIMAS
- EL POEMA
Primero, quiero saber cómo estás.
Bien.
Bien
A ver
Cuando me pusisteis las imágenes en La Isla una lágrima me asaltó.
Pensé en detenerla.
Pero las lágrimas empezaron a manar, y su fuerza a horadar mis mejillas, y su abundancia a perderse en el suelo.
Me eché las manos a la cara y del contacto con mi rostro estas tomaron la forma de un cuenco.
Cuando hube cesado de llorar me acerqué a ellas.
Y lo que vi allí fue hermoso.
¡Epifanía! ¡Epifanía! ¡Epifanía!
Corría de alegría por la playa.
La escucha de mis lágrimas me reveló esta historia.
Sandra, escribe Xaime Martínez en un poema:
"Un negro pasa con un pan al hombro
y todo el mundo piensa que es un rifle
y es bastante probable que lo sea"
Esta es la historia de un muchacho que en su vida también se dio esta victoria de lo fantasmal.
Y los miedos que poblaban su realidad vinieron a pedirle un combate.
El combate se prometía neutral. Aparentemente ambos tenían las mismas posibilidades de ganar.
Los golpes se fueron turnando. Hasta que una imagen le paralizó los miembros.
Era el recuerdo de una ausencia, la falta de un ser querido.
Leí en Simone Weil que la cercanía con la muerte es capaz de reducirnos a piedra.
Y esto fue lo que le ocurrió al muchacho. Allí donde antes coloreaba la sangre ahora resplandecía el gris.
Ya nada podía hacer más que ser arrastrado por el viento.
Es curioso que algunas culturas funerarias al cadáver le coloquen una piedra en los ojos. Como si la roca marcara el límite entre lo vivo y lo muerto.
Fíjate que las mujeres que visitaron a Jesús en el sepulcro se preguntaron:
“¿Qui ens farà rodolar la pedra de l’entrada del sepulcre?” Ev, Mc, 16, 3-4
Como diciendo, ¿quién podrá fin a esta muerte que mata?
Sujeto a las inercias del viento, el muchacho convertido en piedra acabó recalando en un saco de ruinas.
Hasta que una mano vino a sacarle de su ensimismamiento.
Esta mano le cogió del saco y lo lanzó a toda velocidad:
surcó el aire,
quebró unos cristales,
y despertó.
– Christofer, esto sí que no. Estás legitimando la violencia que destruye nuestras calles. Se trata de una obra que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
– No te falta razón Sandra, el patrimonio es un tesoro que hemos de preservar.
Incluso te diré más, aquello que le sacó de su estado pétreo fue entrar en contacto con el patrimonio más bello que tenemos: las lágrimas.
Si te fijas, Sandra, el muchacho convertido en piedra
al contacto con esa mano pudo acompasar su tímido latir con el ritmo de otro corazón.
Notó que su compás era veloz. Como cuando él entristecía.
¿Quizás la carencia también alimentaba el pulso de quien le sostenía?
Mientras volaba rumbo a los vidrieras del Palau de la Música,
se dio cuenta de que la tristeza no tenía por qué convertirnos en piedra.
Quien le cogía estaba haciendo de la tristeza movimiento.
Las lágrimas lo único que hacen es señalarnos un malestar.
Y su tesoro es que pueden movilizarnos si las escuchamos.
Algunas veces nos llevan a realizar gestos enfadados.
Otras nos dan la fuerza para desplazar las rocas que se nos han puesto sobre los ojos.
Y ya con los ojos bien abiertos
veremos que no hay sepulcro que pueda impedir que los muertos nos leguen su fuerza.
Y que juntando fuerzas, no hay cristal que no pueda ser quebrado.
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Las lágrimas de Christopher
El muchacho que se convirtió en piedra
Los pormenores de una piedra
La tristeza que engendra el mundo
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